La reciente puesta en marcha de la iniciativa Earth (Energy Aware Radio
and Network Technologies) para reducir un 50% las emisiones de CO2 de las redes
4G durante los próximos dos años es el último gran movimiento de la industria
de telecomunicaciones hacia una mayor eficiencia energética. Poco antes, otro
grupo de compañías del sector, a iniciativa de los Bell Labs, se unía en el
consorcio Green Touch con el objetivo de multiplicar por mil la eficiencia
energética de las redes de comunicaciones e Internet actuales. Ambos proyectos
son sólo una muestra del creciente interés del sector por el movimiento Green
ITC, que ha acabado por extender su ámbito desde el centro de datos, donde
nació como un medio para reducir costes, a las redes privadas y públicas
formando la tendencia que ya se conoce como “redes verdes”.
No hay que olvidar esfuerzos como el liderado por GSMA Association, que
en 2008 lanzó el programa Green Power for Mobile para desplegar estaciones base
renovables y que prepara para 2012 el lanzamiento de Universal Charging
Solution, un cargador universal que permitirá reducir a la mitad el consumo de
energía de los terminales en standby y la eliminación potencial de hasta 51.000
toneladas de C02. Ni los trabajos del IEEE por sacar adelante el estándar
conocido como Energy-Efficient Ethernet, que aborda la eficiencia energética en
las redes de empresa. Tampoco son despreciables los avances de la industria en
integración fotónica, que en sus nuevas generaciones promete hasta un consumo
un 80% menor que el de los sistemas ópticos tradicionales. La propia
generalización de la fibra tendrá consecuencias positivas, puesto que, según el
FTTH Council Europe, permitirá coseguir en el continente reducciones acumuladas
de más de un millón de toneladas de CO2 por millón de abonados durante los
próximos 30 años. Son muchas además las compañías de redes y comunicaciones que
internamente están dirigiendo sus inversiones en innovación a Green ITC.
Todos estos esfuerzos se justifican por la contundencia con que algunos
datos -más catastróficos que catastrofistas, aunque alguno haya- constatan la
insostenibilidad del actual proceso evolutivo de las comunicaciones. Según
Greenpeace, la electricidad consumida por los centros de datos mundiales y las
redes de telecomunicaciones se triplicará hasta 2020. Si el tráfico de Internet
continúa creciendo al ritmo actual –entre el 50 y el 100% anualmente– durante
los próximos 10 años, las redes ópticas de larga distancia mundiales requerirán
3,3 Gigavatios de electricidad en 2018, el consumo equivalente a siete plantas
de energía de tamaño medio. De acuerdo con los cálculos de The Climate Group,
las emisiones de los dispositivos de telecomunicaciones se habrán triplicado en
2020 hasta alcanzar los 51 millones de toneladas de dióxido de carbono
partiendo de los 18 millones correspondientes a 2002. En ese periodo, las
emisiones generadas por las infraestructuras de telecomunicaciones se habrán
duplicado, pasando de 133 a 299 millones de toneladas.
La posibilidad de que tales vaticinios se cumplan justifican el modo en
que las compañías del sector están reaccionando ante el problema, poniendo -a
diferencia de otras ocasiones en que han impuesto su modelo evolutivo en menoscabo
muchas veces de los intereses de sus clientes- las urgencias de su negocio en
línea con las necesidades de la sociedad. Una actitud que se hace a sí misma el
marketing como iniciativa de responsabilidad social y que además ayuda a todos
–y al propio sector– a reducir costes, añadiendo nuevos objetivos al modelo de
evolución de la tecnología. Como afirmaba Jong Kim, presidente de los
laboratorios Bell Labs, en la presentación de Earth, “estamos siendo testigos
de un cambio fundamental en la forma de concebir las TIC, desde el objetivo de
optimizar las redes para alcanzar su máxima capacidad al de optimizarlas para
conseguir una mayor eficiencia energética”.

No hay comentarios:
Publicar un comentario